Una película, más que pequeña, diminuta que sólo se disfrutará realmente si se asume, desde el principio, su tono de fabula moral. Aunque se desarrolle en los ambientes típicos del cine social, no intenta, en ningún momento denunciar nada y, ni mucho menos aspira a ser una crónica realista. Lo cual, por cierto, se agradece y mucho.
Lucas es un joven homeless de buen corazón que vive debajo del puente de Brooklyn.que intenta suicidarse. Mientras se recupera en el hospital, tiene que compartir la habitación con Jacques, un malhumorado propietario de un bar. Decidido a que su bar siga funcionando, Jacques toma a Lucas bajo su tutela y lo instruye en las reglas de supervivencia y la amargura. Su amistad se ve puesta a prueba cuando la aturullada April entra en el bar y Lucas insiste en que tienen que ayudarla.
Muy recomendable para aquellos que busquen un cine alejado de los parámetros de Hollywood sin que, por ello, haya que alejarse de los territorios estéticos del cine americano independiente. Si no lo sabes, la película da el pego como recreación de Brooklyn, aunque, en gran parte esté rodada en Islandia.
El film se mantiene en pie y se disfruta por unos buenos diálogos y unas notables interpretaciones (inmenso Brian Cox) pero lo errante de la narración y la carencia de un objetivo nítido que se intuyen en todo el film sin que moleste, se tornan evidentes en un desenlace que es, sin duda, lo peor del film y que da lugar al que el regusto final no sea tan bueno como sería de desear