Puro cine de Medem, para lo bueno y para lo malo. No entiendo porqué la crítica patria se ceba ahora tanto con él criticando las mismas características que antes alababan.
Medem sigue dirigiendo bien, fotografiando exquisitamente, dirigiendo ejemplarmente a sus actores y cuidando hasta el último detalle los elementos estéticos…Y continua siendo tan pedante, discursivo y maniqueo como siempre.
Narra el encuentro en un hotel entre una rusa y una española. Una habitación de hotel en el centro de Roma es el escenario interior en el que dos mujeres jóvenes, que se acaban de conocer, se internan juntas en una aventura física que les tocará el alma.
Lo mejor que se puede decir de este film es que mantiene siempre el interés con elementos mínimos: una habitación, dos actrices y un pequeño papel para un actor. Tarea nada fácil. Además logra un film repleto de sensualidad y erotismo sin caer ni en la pornografía ni en el morbo.
Pero, sin duda, el gran acierto consiste en reflexionar sobre la manera en las que las nuevas tecnologías potencian la idealización romántica que surge cuando quedamos fascinados por un-a desconocido-a.
En el debe de Medem, unos diálogos artificiosos y poco naturales, un regodeo en lo trágico que no puede ser sano, los tics para agradar a su público potencial y la caída en el ridículo en escenas como la de las flechas de Cupido. Si esa escena aparece en una película de Hollywood, los gafapastas saltarían a una: “Americanada”.
Por último, y como comentario jocoso, decir que le fui infiel a Elena Anaya. Siempre la idolatrado, pero desde que aparece Natasha Yarovenko sólo tuve ojos para ella. Así de superficiales somos los tíos ¿verdad, Julio?