Una potente muestra del neo-noir de los 70 que mantiene la fuerza, la convicción y el verismo que tuvo en su momento gracias a un logrado estilo documental y su negativa a introducir más elementos coyunturales que los necesarios, consiguiendo así no resultar demasiado anclada en un tiempo concreto.
Jimmy “Popeye” Doyle y Buddy Rosso son dos policías neoyorquinos que siguen la pista de una red de traficantes de drogas. El primero, que confía en su olfato, sospecha que una confitería de Brooklyn está implicada y convence a su jefe para intervenir la línea telefónica. Poco después, Doyle y sus hombres siguen al dueño de la confitería, Bocca, que les conduce hasta Nicoly y Charnier, dos franceses que acaban de llegar a Estados Unidos.
Imprescindible para amantes del género, del New York realista y sucio y, por supuesto, de Hackman y Rey.
Las dos persecuciones, una a pie por la ciudad y el metro (con el famosísimo saludo de despedida de nuestro Fernando Rey a Hackman) y la de coches por debajo del paso elevado del metro, son memorables.