Una película perfecta para estudiar la tremenda evolución que sufrió el cine de Hollywood en los años 60. Un arte que navegaba entre dos aguas irreconciliables: el clasicismo de la industria y la influencia de los nuevos cines europeos. Del primero obtiene sus medios de producción insuperables pero también unas anticuadas formas de representación. En el film que nos ocupa, ese lúbrico vecino y esa chiflada anciana dan grima, porque parecen salidos del folletín decimonónico, maravilloso pero inadecuado para el arte radicalmente moderno de los segundos.
Ann Lake acaba de mudarse a Londres, y lleva a su hija Bunny a su primer día de escuela. Cuando vuelve a recogerla descubre que no hay rastro de ella por ninguna parte. Denunciada la desaparición a la policía, tras las primeras investigaciones ésta no encuentra huella alguna de la existencia de la niña, y empiezan a preguntarse si ésta no se trata sólo de una fantasía de Ann.
Imprescindible para degustadores de rarezas del cine moderno (años 60 y 70), la época más fértil en obras inauditas. Todo lo que se sugiere en la primera hora del film, además de ser inquietante, es tremendamente subversivo.
Me habían hablado tan mal del desenlace de este film que no me ha disgustado tanto como esperaba, aunque es indudablemente indigno de la magistral primera parte. Más que el contenido, lo que falla es la forma dramática que se elige para narrarlo. Todo es posible en el mundo real, pero el cine requiere una verosimilitud que aquí brilla por su ausencia.