Será despellejada por los analistas más sesudos que se cebaran en sus convenciones, tópicos y su tono bienintencionado y obviaran su atractivo argumento, su interesante desarrollo y, sobre todo, su elegancia. Esta la aleja totalmente de la aburrida y ñoña comedia romántica al uso y de sus variaciones bastardas gamberras de la actualidad.
Will Hayes es un papá de treinta y pico años en pleno divorcio. Su hija de diez años le pregunta por su vida antes de casarse, quiere enterarse de cómo se conocieron sus padres, de cómo se enamoraron.
El director y guionista Brooks demuestra tras su estimable opera prima The invisible circus que va por libre. Al escribir los guiones que rueda evidencia que cree en lo que está contando y que quiere aproximarse a un estilo más creíble y cercano de tiempos pasados en una industria que aboga por la tontería tan irreal como rentable en taquilla.
Esa inspiración en modelos pasados (amores imposibles que se prolongan en el tiempo, la importancia del contexto histórico-político en el que se desarrolla la trayectoria íntimo- sentimental de los protagonistas) no implica falta de una propia personalidad. El libreto aporta más sinceridad y conexión con la realidad que los libretos más idealizados del pasado.
Por último, destacar el trabajo de las cuatro protagonistas (incluyendo a la estupenda Abigail Breslin) que se comen con patatas a un algo soso Reynolds, aunque, eso sí, su papel así lo exigía. Atención al pequeño pero jugoso papel de un Kevin Kline no acreditado.