Esperanzador debut con una tragicomedia tan sencilla como sensible

Una bella y alocada joven rompe la calma en la consulta de un neurólogo de Nueva Jersey. Pero, realmente, su presencia impacta especialmente a uno de los pacientes, un alicaído muchacho que debe afrontar la muerte de su madre. Entre bromas, decepciones y extraños encuentros harán el vertiginoso viaje desde la adolescencia a la edad adulta.

Debut como guionista, actor y director (parece que más por falta de medios, que por egolatría) de un actor televisivo de cierto renombre en Estados Unidos, que rodó y montó este film durante las vacaciones de su serie televisiva.

Siguiendo la política creada en los años setenta a partir del éxito de películas como Esasy Rider, productoras como la Fox (que en su serie A da a luz a, quizá, las cintas más convencionales, rancias y reaccionarias de todo el espectro cinematográfico de su país) han creado departamentos –en su caso la Fox Searchlight- para la realización, con un presupuesto mínimo y en un tiempo record de rodaje, de films personales que no tienen el punto de mira puesto en la comercialidad. Su éxito más importante de esta año ha sido la magnifica “Entre Copas”, que se coló de puntillas en la ceremonia de los Oscars, obteniendo el galardón correspondiente al mejor guión adaptado.

Ni que decir tiene que “Garden State” (olvidemos el ridículo título español) no alcanza la magnificencia del film de Payne, pero no es, en absoluto, despreciable. Braff, al igual que Payne, demuestra un gran interés por las historias intimistas de personajes en crisis. Ambos se han empapado del cine que les inspira, el de los años sesenta y setenta. En el caso de Braff, las referencias, sutiles, eso sí, a films como “El Graduado”, “Harold y Maude”, o “La Ultima Película” son evidentes, aunque ello no signifique, en absoluto, que carezca de un universo propio.

La diferencia entre Payne y Braff es evidente: “Entre Copas” es el cuarto film de un director que ya ha rodado con pesos pesados como Jack Nicholson y, por su parte, “Garden State” es el modesto debut de Braff. Pero, si partimos de la base de que estamos ante una ópera prima, sólo hay motivos para la satisfacción. La descripción aguda y agridulce de unos jóvenes veinteañeros con pocas expectativas en una ciudad deprimida (la Newark perfectamente retratada por Philip Roth en “Pastoral Americana”) marca todo un relato sutil y voluntariamente deslavazado, construida a partir de nimias pero reveladoras situaciones.

Quizá, como ocurre con la mayoría de las corrientes cinematográficas, la dificultad de conectar emocionalmente con los personajes, de identificarse con ellos, es la principal tara que nos encontramos. El problema no está tanto en la manera de narrar, sino en la fauna humana retratada; no estamos, por tanto, ante un problema de mala definición de personajes, sino de excesivamente realista. Personajes embotados: un Braff que actúa como si nada fuera con él y que se ha atiborrado a litio desde los diez años por prescripción de un padre psiquiatra; inanes: un Saargard que se siente mucho mejor cuando le dejan ser mediocre; o baldíos: una Portman para la que la rebeldía, la libertad y la afirmación de la individualidad se basa en poder hacer, de vez en cuando, gestos raros.

Todo ello hace que nos desmarquemos de sus cuitas –porque no nos gusta ver en el cine a gente que se parece a los que nos rodean, cuando no a nosotros mismos- de tal manera que cuando se vuelven interesantes e, incluso, emotivas o heroicas, sea quizá demasiado tarde.

A pesar de ello, las reflexiones sobre la familia, la amistad o el miedo a la vida son tan notables que pueden calar hasta en los corazones más fríos. Por tanto, habrá que seguirle la pista a este Braff y sus nuevo proyectos cinematográficos.

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