Realizada con solvencia y capacidad de sugestión del espectador, peca, sin embargo, de cierta frialdad. También de una clara incapacidad para conseguir que empaticemos del todo con las inquietudes científicas del personaje de Weisz.
En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. Su ciudad más emblemática, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de un mundo en crisis, confuso y violento. En el año 391, las revueltas callejeras alcanzaron una de sus instituciones más legendarias: la biblioteca. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hypatia (Rachel Weisz), filósofa y atea, lucha por salvar la sabiduría del mundo antiguo, sin percibir que su joven esclavo, Davo, se debate entre el amor que le profesa en secreto y la libertad que podría alcanzar uniéndose al imparable ascenso del Cristianismo.
Quizás no sea suficientemente espectacular para algunos, ni alcance la intensidad filosófica que otros desearían pero es una más que digna recreación de un suceso histórico poco recreado en las artes narrativas.
La crítica al fanatismo religiosa del emergente cristianismo, en el tiempo en el que está ambientada, es feroz. Quizá esto, junto a su excesivo intelectualismo, puede lastrar su carrera comercial en el mercado internacional.