Cuando el que está a los mandos, sabe lo que se hace

Magistral. Una de esas películas donde, milagrosamente, todo funciona. Te atrapa desde los primeros minutos y ya no te suelta. La mezcla de drama, humor, denuncia, retrato de personajes e historia de amor tan interrumpida como imposible funciona como un mecanismo de relojería sin por ello resultar fría o calculada.

Benjamín Espósito, secretario de un Juzgado de Instrucción de la Ciudad de Buenos Aires, está a punto de retirarse y decide escribir una novela basada en un caso que lo conmovió treinta años antes, del cual fue testigo y protagonista. Su obsesión con el brutal asesinato ocurrido en 1975 lo lleva a revivir aquellos años, trayendo al presente no sólo la violencia del crimen y de su perpetrador, sino también una profunda historia de amor con su compañera de trabajo, a quien ha deseado y amado fervorosamente y en silencio durante años. La novela que escribe Espósito nos hace recorrer los años 70, cuando en Argentina se vivían épocas turbulentas, el aire estaba enrarecido y nada era necesariamente lo que parecía ser.

Una cita imprescindible para el aficionado. El trío Campanella-Darín-Villamil vuelve a dar en el clavo. Y no olvidar la magnífica interpretación de reparto de un Guillermo Francella que se hace dueño de las escenas en las que aparece. Borda el papel de un pícaro desengañado que se revela, gracias a una descripción de personajes nada plana, como un tipo que puede volver a ser un héroe guiado por la perspicacia y la inteligencia

Atención a dos momentos entre muchos destacables: la prodigiosa secuencia del estadio de fútbol y el sublime momento en el que Villamil descubre un dato fundamental a través de la mirada, un elemento fundamental en la cinta.

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