Perspicaz metáfora sociopolítica sobre algunos de los males de África ( la bendición de la riqueza natural que se convierte en maldición por causa de la codicia humana, la ignorancia que potencia violentos rituales atávicos, las guerras tribales) y de Sudáfrica en particular (el apartheid).
Dirigida con pulso, el tono documental de la primera parte abre camino a la narrativa de acción de la segunda parte, ésta demasiado alargada, aunque con un giro argumental muy interesante del que, afortunadamente, no hay rastro alguno en el tráiler.
Con un protagonista entre ingenuo e infantilmente malvado y unos alienígenas nada glamurosos, Neill Blomkamp consigue que sufras por todos ellos. Todo un mérito
Tras la llegada de una enorme nave espacial extraterrestre a Johannesburgo (Sudáfrica), a los alienígenas recién llegados a la Tierra se les obligó a vivir en condiciones penosas como «refugiados», en una especie de campo de concentración construido en las afueras la ciudad. Todo empezó unos veinte años atrás, cuando los extraterrestres tomaron el primer contacto con nuestro planeta. Los humanos esperaban un ataque hostil, o un gran avance tecnológico de la raza alienígena. Pero nada de ello sucedió. Los propios extraterrestres eran refugiados de su propio mundo. Sin saber bien que hacer, se confinó a los alienígenas en un campo de refugiados, el «Distrito 9», hasta que las naciones del mundo decidieran qué hacer ante la nueva y extraña situación. Pero el tiempo pasó…
A no ser que odies a muerte la sci-fi o qué de ésta sólo te interesen los efectos especiales y el alarde tecnológico, pues estamos ante una muestra del género más reflexiva.
El director y co-guionista ha mamado mucho cine de género de los 80. Alien, Enemigo mío, Robocop, entre otras, son sus evidentes influencias. Sin embargo, consigue no hacer un refrito sino un film totalmente interesante y propio. Habrá que seguirle la pista.