Una desconocida película (como tantísimas) del desconocido Ivan Passer. Una trama de rufianes, mafiosos banqueros y empresarios, puestos todos a la altura del betún. Puros años setenta. Con un sentido del humor vitriólico, sin rastro de la maldita corrección que tanto daño nos ha hecho y sin las falacias del lenguaje anglosajón. Todo es nombrado por su nombre, sin eufemismos.
La película es una magnifica explicación de la crisis económica de septiembre de 2008, filmada treinta años antes. La burbuja económica basada en supuestos activos que todo el mundo desea aunque realmente no existan.
El jefe de un sindicato mafioso que controla el juego de Las Vegas necesita dar salida a sus ganancias ilegales. La mejor solución sería ingresar el dinero en un Banco suizo, pero como ningún Banco quiere el dinero sucio decide comprar su propio Banco para blanquearlo. Por ello, el jefe del sindicato encarga a su mano derecha, Doc Fletcher (Michale Caine) supervisar la operación. Así, Doc compra un Banco en Lugano (Italia) a un príncipe venido a menos. Sin embargo, cuando acude a visitar su nueva adquisición, se da cuenta de que se trata de una pequeña habitación en un piso sobre una pizzería.
Cita imprescindible para degustadores de rarezas y para aquellos que disfruten con la comedia descreída de los setenta, un cine definitivamente irrepetible e irrecuperable.
Cybill Sheperd tiene un pequeño pero muy divertido papel donde demuestra que no era tan mala actriz como muchos afirmaban. Dicho papel parece un ensayo para su exitoso rol en la serie de televisión “Luz de Luna”.
Por su parte, Michael Caine borda, como siempre, su papel entre socarrón y taciturno, mientras que Louis Jourdan está muy divertido parodiando sus habituales papeles de noble europeo.