¿Quien no quería ser un goonie?

La ganadora del premio del público en el Festival de cine español de Málaga está repleta de buenas razones para alzarse con el mismo. Con sus evidentes limitaciones y defectos, supone una bocanada de aire fresco para el cine español, que, sin embargo, no parece que vaya a tener una cálida acogida en taquilla. Y es una pena, ya que, al menos, ni está ambientada en la Guerra civil con el objetivo de adoctrinar en uno u otro sentido, ni nos habla de jóvenes que dedican sus días al sexo y a las drogas mostrado como espectáculo identificativo, ni transita por los manidos territorios del terror que imita a Hollywood, ni es, la peor posibilidad de todas, cine social de garrafón concebido como fórmula para ser aplaudido por progres con mala conciencia.

Un joven publicista se ve inmerso en un viaje a contrarreloj para llegar puntual a una importante reunión de negocios. Durante el trayecto conoce a una chica que le hará recordar el último verano que pasaron con la pandilla.

¿Qué ofrece Héroes? Más que una crónica nostálgica sobre lo que significaba ser niño-adolescente en la España de los 80, que también, una perfecta radiografía de una sociedad en cambio, que despertaba al mundo y a la incipiente globalización, para lo bueno y para lo malo, tras 40 años (y muchos más) de aislacionismo.

Se le ha criticado demasiado por dos aspectos. Uno, la excesiva americanización de la historia. Aunque es cierto que la influencia de Los Goonies y E.T. es evidente, más que funcionar como copia de aquellas, lo que quiere Freixas es reflexionar sobre un tema nada tratado en nuestro cine: la progresiva influencia de la imaginería hollywoodiense en las mentes y en las formas de comportamiento de las nuevas generaciones españolas. No es que Freixas quiera rodar la aventura nocturna de sus protagonistas como la que tiene lugar en el famoso film de Spielberg, sino que muchos chavales de los 80, nos imaginábamos que nuestras inocentes correrías eran como las de Elliot y el extraterrestre. La profusión de estímulos audiovisuales hacía que la vida imitara al arte y no al revés. Con Internet, los móviles y demás, este hecho se ha multiplicado de manera exponencial en el nuevo milenio. De todas maneras, no hay que olvidar que también hay referentes patrios que se muestran en el film y que también pertenecen al imaginario colectivo de una generación: Verano azul (ese Constantino Romero, trasunto de Chanquete) y las películas de Parchís.

Por otro lado el excesivo subrayado a través de la música (Alphaville, Umberto Tozzi, Barry Gibb) y los objetos cotidianos. Creo que la cinta está realizada con una honestidad tan desvergonzada que puede despertar en mí otra cosa que simpatía.

Como niño de los 80, la película me encanta, como cinéfilo, le pongo muchísimos peros. Pero el cinéfilo es un pesado y el niño se lo pasa mucho mejor.

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