Gran cine español

Rodrigo Cortés no sólo sale airoso de este dificil reto, sino que gracias al talento y a la valentía con el que lo ha afrontado se consolida como uno de los autores españoles más interesantes del panorama actual.

Tras el brillante, divertido y revelador corto “15 días”, y la irregular pero potente “Concursante”, el director gallego se ha atrevido con un guión que, desde hace años, pasaba de mano en mano por Hollywood. Gustaba a todo el mundo, pero nadie se atrevía a convertirlo en película, pensando que era imposible llevar el libreto a un buen puerto cinematográfico.

Paul Conroy, padre de familia y contratista civil en Irak, es secuestrado y despierta enterrado vivo en un viejo ataúd de madera, teniendo en su poder únicamente un teléfono móvil y un mechero.

Lo primero que llama la atención es la elección del tema. Algunos jóvenes directores se están alejando de las constantes temáticas del cine español (guerra civil, comedia erótica, lumpen, cine social de progres buenos y carcas malos o cine sobre jóvenes que dicen “follar” cada dos minutos y se drogan cada tres –no es un prejuicio moral, sino estético-) y de su pobreza narrativa y visual para hacer un film mucho más internacional, sin, por ello, perder sus signos de identidad.

En segundo lugar, tenemos el espacio. Se habla mucho de que Hitchcock ya rodó su film Náufragos en su totalidad en un bote. Aunque los medios técnicos eran claramente inferiores, también es cierto que había más personajes y que el espacio era claramente mayor. Por ello, prefiero comparar a este arriesgado film con otro hito de la creación audiovisual española: La cabina, obra cumbre de Antonio Mercero en 1972. Como en aquella, la claustrofobia física es sólo una metáfora de la opresión del individuo por parte del sistema. Si en La cabina los enemigos de López Vázquez eran la incomunicación y la insolidaridad, aquí Reynolds se enfrenta a la frialdad de los protocolos de comunicación telefónica con cualquier corporación pública o privada, al indiscriminado efecto boomerang de la injusticia global y a los intereses del poder.

Además, debemos destacar que, si nos hemos quejado, a veces, de que muchos grandes guiones del pasado no tendrían sentido en nuestro mundo actual marcado por el omnipresente teléfono móvil, nos encontramos con uno de los pocos guiones actuales (recordemos también Cellular) que basan la fuerza de su historia en el dichoso aparato.

Finalmente destacar el notable guión, de corte clásico, (único elemento no español del film), la notable dirección de Cortes ante semejante reto y el inconmensurable trabajo de interpretación de Ryan Reynolds donde la parte física, tan olvidada hoy en día, es fundamental. Aunque no debe ser difícil estar en forma, si se está casado con quien se está. Envidia cochina.

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