Polanski recupera parte del brío de sus mejores obras. Un film con ecos de «Frénetico» y de «La muerte y la doncella», especialmente a la hora de crear un clima de angustia, confusión y amenaza. Sin olvidar, la ambigüedad respecto a la realidad que vivía la protagonista de “La semilla del diablo”. Sin embargo, el film no es un remedo de su filmografía anterior, sino que brilla como algo actual y nuevo.
Aunque las películas del polaco raramente son redondas, consigue secuencias magistrales en casi todas sus obras y un ambiente insano que te envuelve, te subyaga y te oprime.
Un escritor es contratado para completar las memorias de un antiguo Primer Ministro británico. Pero el biógrafo irá descubriendo secretos que pondrán en peligro su propia vida…
La cinta presenta magistralmente a personajes y conflicto, con lo que el espectador entra de lleno en la intriga. Es cierto que, cuando McGregor se queda a solas con Williams, la cinta decae bastante. Sin embargo, cuando aquél abandona su confinamiento, la película crece como revelador análisis de los grupos de poder que controlan la política y la economía mundial.
El desenlace no sorprende pero tampoco decepciona y deja un buen sabor de boca.
Especialmente al que está sitiado por las cursiladas, tonterías supinas, ridículas trascendencias y efectos especiales que ocultan la nada. Muchos de ellos casi forzados a verse, además, con las molestas gafitas.