Cameron Crowe debutó tras la cámara, a principios de los 90, con la interesante <>, que destacaba por su capacidad para aunar humor y drama y su acertada observación de ambientes y personajes. Bastante más floja era <>.
En su último trabajo, Crowe rememora sus tiempos como reportero musical, en este recorrido por una época irrepetible: los años 70. El protagonista de la historia, un enamorado de la música de grupos como Black Sabbath , Led Zeppelin, Eagles, Lynyrd Skynyrd, es un joven superdotado ( y que gracias a/ por culpa de su madre, profesora de universidad contraria a todo el movimiento de cambio que están realizando los jóvenes en ese momento, lleva varios cursos de adelanto respecto a su edad) que consigue un puesto como reportero de la revista Rolling Stone. Su primer encargo consistirá en cubrir la gira del 73 de la banda Stillwater. Con ésta, y toda la trouppe de técnicos y fans del grupo, se embarcará en un viaje, no sólo hacia las principales ciudades del país, sino también hacia su madurez.
Crowe nos presenta un mundo que conoce al dedillo y reflexiona sobre las grandezas y las miserias de los grupos de rock. Al final lo que queda es el arte, las grandes canciones que escuchamos una y otra vez. Los mitos son otra cosa. Detrás de ellos encontramos su propia constatación de la imposibilidad de escapar del sistema consumista que despreciaban, su condición de seres humanos egocéntricos que juegan con los sentimientos de las personas que les admiran, su alejamiento cada vez mayor del mundo que pretenden describir en sus melodías, y por encima de todo su incapacidad para asimilar con madurez y autenticidad la fama que les ha llegado de un día para otro.
La película presenta el mismo problema que la mayoría de films sobre el tema. El mundo que se refleja es tan caótico y loco, que la narración acaba presentando esas mismas características. En consecuencia el ritmo presenta demasiados altibajos y junto a momentos memorables encontramos secuencias poco conseguidas e incluso innecesarias.
Aún así encontramos momentos de buen cine: la utilización de la canción de Simon y Garfunkel, “América”- lamentable que la distribuidora Columbia no se haya molestado en subtitular las canciones-, todas las que reflejan la relación entre el joven reportero y la entrañable Penny Lane – un gran descubrimiento la joven Kate Hudson, nominada al Oscar, como mejor actriz secundaria- y el montaje paralelo de las graduaciones académica y vital del protagonista.
En resumen, una película imperfecta pero que fascinará a los amantes de una música y un tiempo definitivamente dejados atrás.