SINCERO Y BELLO HOMENAJE DE SCORSESE AL CINE, GENIAL E IRREGULAR A PARTES IGUALES
CALIFICACION: 3,5/5
Estados Unidos, 2012.- 129 minutos.- Director: Martin Scorsese.- Intérpretes: Asa Butterfield, Chloe Moretz, Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Jude Law, Emily Mortimer, Michael Stuhlbarg, Ray Winstone, Christopher Lee. DRAMA DE AVENTURAS FANTASTICAS.- 35 años después de la demoledora Taxi Driver, Scorsese rueda un film infantil. Podría parecer que el italo-americano se ha vendido definitivamente a la industria que ama y odia a partes iguales. Pero los que seguimos su obra y vida sabemos que hay muchas personas en Scorsese. Está el neoyorkino fascinado con la ciudad, sus ambientes y sus gentes. Está el italo-americano que ama Little Italy y que ha querido plasmar lo que significa pertenecer a esta minoría en un país plagado de las mismas. Está el católico que quiso ser sacerdote. Y está el cinéfilo que consume cine como una droga, que nos ha legado documentales sobre la historia del cine americano y del cine italiano imprescindibles, que devora toda la bibliografía cinematográfica que cae en sus manos y que dedica parte de su tiempo y su fortuna a encontrar y recuperar celuloide perdido. Sin olvidar que realiza una revisión crítica de la historia del cine, poniendo en su justo lugar a joyas olvidadas porque en su momento eran demasiado modernas, incorrectas, provocativas o, simplemente, no recibieron el apoyo de la industria y de su marketing.
El germen de Hugo está en esta última faceta cinéfila. Hugo es un canto de amor al cine que nos regala el director de Toro Salvaje. Y no sólo a lo que representa el cine, sino a sus pioneros, a su magia, a su mitología y, porqué no, al cine en sala, en pantalla grande.
También es una reflexión sobre cómo el exceso de realidad, ya sea audiovisual o directa, afecta negativamente a la libertad creativa del cineasta, obligado a que su cine parezca “real”, cuando está es sólo una de las infinitas opciones a las que debería poder tener derecho el artista.
Finalmente, estamos ante una madura reflexión sobre el paso del tiempo, el cambio en los gustos, la amargura del olvido y la ingenua inconsciencia de las nuevas generaciones cuyo síntoma más evidente es creerse poseedoras de todas las certezas.
París, años 30. Hugo es un niño huérfano que vive escondido en una estación y se ocupa de arreglar relojes. Se verá envuelto en una misteriosa aventura cuando intente reparar un autómata estropeado. Un día conoce a una chica que tiene la llave que podría resolver el misterio del autómata…
Sin embargo, no todo son alegrías en Hugo. Al film le cuesta bastante arrancar. No es que el primer tercio del film sea despreciable pero no raya a gran altura. A partir de la visita a la sala de cine el film crece y alcanza cotas de gran belleza y emoción a partir de que se descubre el misterio que rodea al autómata. Al respecto, hay que saludar, por una vez y sin que sirva de precedente, la poco habitual discreción de su trailer cinematográfico que no desvela casi ninguna de las sorpresas que esconde el film. Sorpresas que, sin embargo, no impiden disfrutar la película una y otra vez.
Lo que más perjudica al film y a su ritmo son una serie de tramas y personajes secundarios (el policía, la florista, la pareja de ancianos) que no aportan casi nada a la historia y que se podrían haber eliminado o reducido a una figura simbólica en el caso del agente de la ley. Da la sensación de que Scorsese quería usar la novela como excusa para narrar lo que realmente le interesaba pero algún tipo de imposición propia o ajena le ha hecho beber demasiado de esos elementos que quizá en la obra literaria funcionen, pero aquí son sólo rémoras anticuadas y ñoñas. O la trama que mola, mola tanto, que lo demás aparece como prescindible.
Sin ser una obra maestra, si estamos ante un film importante que forma un díptico cinéfilo, de ida y vuelta, (Estados Unidos-Francia, los dos países a los que debemos esa maravilla que es el cine) con The Artist. Es curioso que, ambas con 5 Oscars, hayan sido las ganadoras de la ceremonia en un año que abre la segunda década del siglo XXI, un siglo con un futuro sombrío para el cine tal y como lo hemos conocido hasta hoy en día.