HUYENDO DEL PATETISMO SE LLEGA A LA INDIFERENCIA
Una cierta decepción, quizá debida a las excesivas expectativas por el efecto Oscars; premios a McConaughey y Leto. La cinta va de más a menos -lo peor que puede pasar- llegando a convertirse en una repetitiva sucesión de peripecias que giran sobre sí mismas hasta la náusea para alcanzar un abrupto final, carente de toda emoción.
CALIFICACION: 2,5/5
Estados Unidos, 2013.- 117 minutos.- Director: Jean-Marc Vallée.- Intérpretes: Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto, Steve Zahn, Dallas Roberts, Denis O’Hare, Griffin Dunne.– Una cierta decepción, quizá debida a las excesivas expectativas por el efecto Oscars; premios a McConaughey y Leto. La cinta va de más a menos -lo peor que puede pasar- llegando a convertirse en una repetitiva sucesión de peripecias que giran sobre sí mismas hasta la náusea para alcanzar un abrupto final, carente de toda emoción. Este desenlace da la sensación de que podría ser en cualquier otro momento como si se hubieran dado cuenta de que ya llevaba dos horas de metraje y había que acabar.
Como algunas pelis de los 80 que obtuvieron premios de interpretación (Gracias y favores, por ejemplo) estamos ante un film que destaca especialmente por sus interpretaciones…aunque en este caso se debería hablar, más bien, de transformación ya que siendo notables los trabajos de los dos ganadores (no así Jennifer Gardner, que incluso en un film tan preocupado por los actores como éste, vuelve a demostrar sus enormes carencias interpretativas) se ha valorado, sobre todo, el esfuerzo físico de adelgazar casi 20 kilos.
La película arranca con fuerza y el espectador se implica con las vivencias de los personajes. Además, la cinta se aleja de la biografía lastimera y bucea en las cloacas de las industrias farmaceuticas que imponen los fármacos que les van a reportar beneficios y no los que sanan y benefician a sus usuarios. Esa crítica es lo más interesante y perspicaz de esta sobrevalorada cinta que filma con ineptitud algunos momentos dramáticos.
Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad.