PURA PORNOGRAFIA DE LOS SENTIMIENTOS
CALIFICACION: 1,5/5
Extremely Loud and Incredibly Close.- Estados Unidos, 2011.- 129 minutos.- Director: Stephen Daldry.- Intérpretes: Thomas Horn, Tom Hanks, Sandra Bullock, Max Von Sydow, Viola Davis, Jeffrey Wright, John Goodman..- DRAMA.- Empieza la peli y el niño protagonista se suelta un monólogo sobre la muerte y que en el futuro no habrá donde enterrar a los muertos y que, por tanto, habrá que enterrarlos en rascacielos de 100 plantas hacia abajo. Con semejante principio ¿Qué se puede esperar?
Pues una película obscena que usa el 11-S como espectáculo del llanto y que nunca acaba de funcionar cinematográficamente. Daldry es un director de buenos momentos, notables escenas pero ninguna de sus películas (Billy Elliot, Las horas y El lector) funcionan bien como conjunto, salvo, quizá, la primera.
Oskar Schell, un niño precoz de nueve años, es inventor, diseñador de joyas, astrofísico y pacifista. Tras la muerte de su padre en los atentados del 11 de septiembre de 2001, Oskar encuentra un misterioso sobre con una llave y se lanza a la búsqueda de la cerradura que esa llave puede abrir.
Hay que decir que, si la cinta ha sido fiel a la novela y eso parece, el material de partida ya era temible. A saber, en primer lugar, un niño repelente que no para de hablar, de aportar más y más datos bibliográficos (gran metáfora de la enorme capacidad de muchos estudiantes americanos ¿y españoles? para aprender cosas como cuál es la velocidad media a la que anda un niño pero que son incapaces de inferir razonamientos, entender y crear metáforas y desarrollar el espíritu crítico) pero con nula o escasa capacidad empática (¿necesitas un abrazo? y que continuamente, y como si fuera cualquier cosa, trata de manera despectiva e insultante al casi anciano portero de su edificio y a un vecino de misterioso pasado. Misterioso pero poco, pues hasta yo que tengo nula capacidad para adelantar acontecimientos en una sala de cine, lo descubrí desde el minuto 1 de su aparición en pantalla. Un padre igual de repelente que se encoje de hombros de manera gilipollesca y que lanza al niño a unas aventuras tan grotescas como los walkie-talkie con los que se comunica con su abuela durante la noche en Central Park. Todo de lo más normal. Una madre casi ausente que permite que su hijo se lance sólo a las calles de Nueva York con las únicas armas de una pandereta y una máscara de gas (como más destacables) cuando todos sabemos que los niños americanos de la clase social del protagonista están más protegidos que Fort Knox. El problema, al respecto, no es que todo sea grotesco e increíble…sino que el film no consigue hacerlo verosímil ni ultra grotesco. Así, por lo menos, nos hubiéramos reído un poco.
Pero, lo peor de todo no es eso. Ni siquiera lo es que estemos ante un film que produzca entre indiferencia y aburrimiento. Que lo hace. Lo peor es que la mitad de la peli es gente llorando y echa polvo. No necesitamos esa insistencia grosera. Todos sabemos y hemos interiorizado lo que supuso el 11-S para los neoyorkinos. Sin olvidar, en el debe, que lo irritante, cargante y verborreico que es el condenado niño. Ni tampoco debemos obviar que desperdiciar Nueva York como escenario y la trama de la búsqueda de la llave es imperdonable.
En definitiva, un puto desastre que sólo se salva por unos holgados medios de producción, la fotografía de algunos rincones de la Gran Manzana y la presencia incontestable de Max von Sydow.