INTENTO DE EXISTENCIALISMO HOLLYWOODIENSE CALIFICACION: 2,5/5 Estados Unidos, 2012.- 138 minutos.- Director: Robert Zemeckis.- Intérpretes: Denzel Washington, Kelly Reilly, Don Cheadle, Bruce Greenwood, John Goodman, James Badge Dale, Melissa Leo, Nadine Velázquez.- – Desde que Truffaut, Godard y toda la nouvelle vague dieron un golpe de estado cinematográfico contra los veteranos directores franceses como Cluzot, […]

INTENTO DE EXISTENCIALISMO HOLLYWOODIENSE

CALIFICACION: 2,5/5

Estados Unidos, 2012.- 138 minutos.- Director: Robert Zemeckis.- Intérpretes: Denzel Washington, Kelly Reilly, Don Cheadle, Bruce Greenwood, John Goodman, James Badge Dale, Melissa Leo, Nadine Velázquez.- – Desde que Truffaut, Godard y toda la nouvelle vague dieron un golpe de estado cinematográfico contra los veteranos directores franceses como Cluzot, todo cambió. Gracias a esta nueva ola, el cine yanqui se renovó y produjo mucha de mis películas favoritas englobadas en el nuevo hollywood. Pero también todo lo que sonaba a antiguo, a director veterano anquilosado era destruido por la crítica y muchas veces por el influenciable público. Así maravillas como El día de los tramposos de Mackieewicz, La vida privada de Sherlock Holmes de Wilder o La carta del Kremlin de Huston, por citar sólo algunas fueron ninguneadas en favor de experimentos y películas ad hoc, hoy en día insoportables incluso para mí, que veo a un hippy en pantalla y me corro.

Por otro lado, también aparecieron integristas de lo clásico, del cine que se hacía cuando ellos eran jóvenes (Por ejemplo, en España, Garcí y su grupito de carcas en el programa Qué grande es el cine) que eran incapaces de valorar en su justa medida obras como Easy rider o Harold and Maude.

Luego también encontramos la división entre los que ven la obra cinematográfica como una experiencia exclusivamente estética o visual o los que sólo valoran su subtexto, las cargas de profundidad crítica contra el sistema, contra el comportamiento humano, independientemente de que el film sea desaliñado o cutre.

Y estas tendencias siguen vigentes hoy en día. Algunos han puesto a caer de un burro a la nueva obra de Zemeckis por antigua, aburrida, poco creíble e hipócrita. Otros la han sobrevalorado por su aliento clásico y por lo insólito de dar el protagonismo a un personaje como el Washington en un film del conservador siglo XXI.

Intentaré encontrar un justo medio a la hora de valorar este film. En mi opinión, el film presenta una de las mejores secuencias iniciales de los últimos años, un primer tercio impecable y con un sabor a experiencia vital muy recomendable, y una narración posterior que puede dar la impresión al espectador de multisala de que no pasa nada y, por tanto, de aburrimiento cuando, en realidad, está describiendo perfectamente lo que es una adicción.

También, es cierto, que encontramos un personaje femenino que debería ser más importante en la historia (o menos) pero que tal y como está desarrollado se queda cojo, un secundario presentado de manera horripilante tópica y recién salido de una peli de los 90 (El gran Lebowski, Boggie nights) y una desastrosa escena en la que recién escapado de un borrador de guión, aparece un personaje que suelta 5 o 6 frases que de tan ingeniosas nadie diría, da media vuelta y no vuelve a aparecer. Esa terrible sensación de que sus palabras las ha escrito un guionista que acaba de ver algunas pelis anticuadas perjudica a una escena con loables intenciones pero catastróficos resultados. Me consta que algunos jóvenes espectadores mandaron a tomar viento a la película en ese momento y les dejo de interesar para siempre.

Por último, el gran momento existencialista del personaje (porque ese es el gran tema de la cinta, los seres humanos que son lo que son, independientemente de los estímulos externos), cuando se reafirma a lo bestia en su adicción, proviene de un hecho tan improbable que pierde gran parte de su fuerza dramática.

El desenlace es una magnífica reivindicación de la honestidad personal por encima de un sistema político-judicial que pone una alfombra roja a los delincuentes para que salgan indemnes de sus acciones siempre que haya un cabeza de turco al que cargarle el mochuelo. Sin embargo, el epílogo contradice la valentía existencialista anterior.

Tras un aterrizaje de emergencia en medio del campo gracias al cual salvan la vida un centenar de pasajeros, el comandante Whip Whitaker, que pilotaba el avión, es considerado un héroe nacional. Sin embargo, cuando se pone en marcha la investigación para determinar las causas de la avería, se averigua que el capitán tenía exceso de alcohol en la sangre y que puede ir a la cárcel si se demuestra que pilotó el avión en estado de embriaguez.

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