NO SOY ADICTA AL SEXO. SOY NINFOMANA.
Von Trier hace una obra antiburguesa cuando ya nadie cree ser burgués y, sin embargo, la sociedad ha creado enormes fronteras entre lo que se considera lo normal y los desviados, intentando englobar lo segundo en adicciones que se pueden curar. Lo que nos parece decir el director de Dogville es que, igual que hoy en día a nadie medianamente no cavernario se le ocurriría decir que la homosexualidad es una adicción que se pueda curar con terapia, en el futuro nadie pretenderá “curar” a las personas como la protagonista. Ella lo tiene muy claro: “no soy adicta al sexo, soy ninfómana. Amo a mi coño y no quiero cambiar”. Igualmente se aboga por la libertad de las personas que viven intensamente relaciones sadomasoquistas.
CALIFICACION: 3/5
Dinamarca, 2013.- 124 minutos.- Director: Lars von Trier.- Intérpretes: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Shia LaBeouf, Willem Dafoe, Jamie Bell,Connie Nielsen, Christian Slater, Jesper Christensen, Jean-Marc Barr.- DRAMA EROTICO.- Coherente segunda entrega de la artificial díptico en el que la productora ha convertido el film de cinco horas de Lars von Trier. Nos sigue faltando casi una hora (intuimos que la parte de sadomasoquismo ha sido bastante, nunca mejor dicho, mutilada) y habrá que espera a que la versión completa sea editada en formato doméstico para valorar esta obra en toda su importancia.
Von Trier hace una obra antiburguesa cuando ya nadie cree ser burgués y, sin embargo, la sociedad ha creado enormes fronteras entre lo que se considera lo normal y los desviados, intentando englobar lo segundo en adicciones que se pueden curar. Lo que nos parece decir el director de Dogville es que, igual que hoy en día a nadie medianamente no cavernario se le ocurriría decir que la homosexualidad es una adicción que se pueda curar con terapia, en el futuro nadie pretenderá “curar” a las personas como la protagonista. Ella lo tiene muy claro: “no soy adicta al sexo, soy ninfómana. Amo a mi coño y no quiero cambiar”. Igualmente se aboga por la libertad de las personas que viven intensamente relaciones sadomasoquistas.
Otro elemento fundamental del incendiario discurso de la cinta es la comprensión y reconocimiento que en ella se hace de las personas que, teniendo impulsos sexuales asociales e incluso ilegales, los controlan. El director danés aplaude su mérito y critica la falta de empatía que hacia ellos sienten los que no presentan dichos impulsos. Por último, la culpa, trasmitida especialmente por la religión católica, también recibe aquí su merecido.
Estéticamente la película está muy cuidada y forma y fondo conviven en armonía. No hay excesivos tiempos muertos, aunque la trama que llena el tramo final de la película chirría un poco con el conjunto y sus claves y desenlace se escapan a mi comprensión.
Sin embargo, el epílogo es memorable, genial, inconmensurable y da sentido completo a la par que justifica el enfrentamiento entre los dos protagonistas y los extremos que representan: lo intelectual frente a lo pasional, lo teórico frente a lo práctico y dos tipos de soledades muy diferentes. Pero lo más importante, este epílogo se erige en el grito de rabia de un von Trier en contra de los que se arrogan derechos sexuales sobre las mujeres por el simple hecho de conocer su promiscuidad sexual.
Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón encuentra en un callejón a una joven herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones.