(CASI) SIN CONCESIONES
CALIFICACION: 3/5
Estados Unidos, 2012.- 97 minutos.- Director: Tony Kaye.- Intérpretes: Adrien Brody, Christina Hendricks, Sami Gayle, Marcia Gay Harden, James Caan, Lucy Liu, Bryan Cranston, Blythe Danner, William Petersen, Tim Blake Nelson.- – Hay directores estadounidenses que realizan una prometedora opera prima (los de El mundo de Leland, El creyente, El leñador) y luego dejan de dar señales de vida o éstas son decepcionantes. Es el caso de Kaye que deslumbró a los cinéfilos con American History X para luego apagarse en un océano de proyectos fallidos.
Más de una década después de aquélla volvemos a saber de él con un film en el que vuelve a mostrar, de manera más evidente si cabe, su preocupación sobre la importancia de la educación y la responsabilidad de toda la sociedad de no dejar caer en el abismo de la autodestrucción y la desesperanza a la energía que puede iluminar el futuro: los jóvenes.
Y lo hace con una crudeza y compromiso absolutamente insólito en el contexto general de la industria americana.
Con un estilo nervioso y entrecortado que trasmite tanta inmediatez como desolación, Kaye, perfectamente escoltado por un excelente reparto en el que brilla con luz propia Brody, nos presenta un cuadro social deprimente pero que a la vez nos ayuda a entender mejor y a iluminar el oculto brillo de esas masas de jóvenes que llenan los parques de cualquier lugar, sentados en los bancos dejando pasar las horas sin ninguna esperanza de futuro.
Sin aspavientos hollywoodienses ni falacias sentimentales, el film cala hondo en el espectador, especialmente en las relaciones seudo paterno-filiales que el protagonista tiene con una estudiante acosada y una prostituta adolescente. Sin embargo, el guión cae en uno de los tópicos más sobados del drama adolescente, el suicidio, cuya evidente pervivencia en el mundo real no lo hace menos tópico cuando se plasma en pantalla.
Henry Bathes es un profesor que posee un auténtico don para conectar con los alumnos. Pero Henry prefiere ignorar su talento. Al trabajar como profesor sustituto, nunca permanece bastante tiempo en un instituto como para mantener una relación afectiva con sus alumnos o sus compañeros. Cuando llega a un instituto donde una frustrada administración ha conseguido volver totalmente apáticos a los alumnos, Henry no tarda en convertirse en un ejemplo a seguir para los adolescentes. Descubre que tiene una conexión emocional con los alumnos, con los otros profesores y con una adolescente a la que recoge en la calle. Por fin se da cuenta de que no está solo en su desesperada búsqueda de la belleza en un mundo aparentemente falto de amor y lleno de maldad.